3 dic 2013

Superar los miedos.

Lo que piensen de nosotros, hablar en público, el miedo al fracaso, al ridículo... todo esto y más son cosas a las que damos mucha importancia en nuestro día a día y debido a esto, hemos querido,mediante una "performance" ideada por el profesor de filosofía, superar estos miedos que nos obstaculizan y condicionan la vida.

La idea es que cada día viniera una persona de cada curso disfrazada al instituto.
¿Mola verdad? Cuando Jesús hizo la propuesta, la clase se dividió en dos grupos: Los que estaban entusiasmados y los de "Yo ni loco vengo disfrazado.."
Esta actividad era más para los segundos, puesto que si no querían venir es por lo dicho antes: vergüenza, miedo... De hecho, muchos de estos se acabaron apuntando y creo que finalmente se lo pasaron muy bien.
Mi problema era que era de las últimas en disfrazarme y ya se había perdido un poco la emoción, los nervios y el miedo; vamos, la gracia, dado que era habitual ver cada día un elefante o un superman por el pasillo. 
No quería ir con un pijama cualquiera con forma de animal, porque si hacía la actividad quería hacerla bien, es decir, quería sentir vergüenza saliendo de mi casa, ir en la moto muy rápido para que no me vean y sentir ese miedo de girar la esquina y entrar en el aparcamiento con una pinta ridícula. Todo esto lo conseguí gracias a un disfraz que de hecho, creo que tiene más años que yo.

Mi disfraz es el típico disfraz de Papá Noel que se pone tu tío en unas Navidades cuando eres muy pequeña y se hace pasar por él para que no pierdas la ilusión en esas fiestas. Pues bien, me levanté temprano, me abrigué mucho por debajo (con camiseta térmica y todo porque el traje era muy finito) y para darle más gracia y un toque más patético al asunto, me puse un cojín bien grande en la barriga para ser ese obeso y bonachón Papa Noel. Me hice una barba con cartulina y algodón y me pegué algodón en las cejas con un esparadrapo que posteriormente le di un toque de maquillaje para que no se notara. Si a todo esto le sumamos mi gorrito de lucecitas, nos da una imagen muy penosa y patética de mi.,eso si, tremendamente graciosa.



He de reconocer que tenía ganas de que me vieran. Me parecía un disfraz muy gracioso y, por qué no, bastante currado. Por un momento pensé que no iba a conseguir mi propósito, porque si me gustaba salir así, no iba a pasar vergüenza. Pero mis dudas quedaron disipadas en el momento que salí del garaje. 
¡¡QUE VERGÜENZA POR FAVOR!!
Iba en la moto con la mirada agachada porque supuse que la gente que iba medio dormida por la calle se iban a quedar alucinada viendo a un Papá Noel gordito y motorista. Pero a pesar de mi vergüenza, no me miraba nadie. Repito, nadie. 
Qué decepción...

Todo esto cambió en el momento que llegué al instituto. Todos riéndose (Espero que conmigo y no de mí) y cada vez que daba una clase con un profesor distinto se reían un montón y les distraía a la hora de explicar (sobretodo por mi gorro de luces intermitentes).

Aunque al principio todo el mundo me miraba (no era difícil de ver, repito que debido al cojín estaba MUY gorda) al final del día era algo natural, ya nadie se reía ni me miraba ni nada. Esto me hizo reflexionar que lo que nosotros pensamos de nosotros creemos que todo el mundo lo tiene en la mente todo el tiempo y no es así, la gente por lo general se fijan en tí si haces algo distinto pero al cabo de un rato se aburren y pasan a otro tema. Somos unos egocéntricos pensando que todas las personas centran su atención todo el rato en nosotros.

Por último he de decir que aunque estuve algo incómoda toda la mañana por culpa de la barba y mi panza, me lo pasé genial y me reí muchísimo con toda la gente de mi instituto que no paraban de hacerme bromas y pedirme sus regalos de navidad :P